De pronto, oí pasos y al mirar debajo del coche, vi que alguien corría hacia donde yo estaba e instintivamente asomé una pierna por la esquina del coche, con tal de que fuese quien fuese tropezara. Resultó ser Zinc.
Mi artimaña tuvo éxito, así que me abalancé sobre él y le dí un puñetazo en la cara. Pero Zinc también era fuerte e hizo que rodáramos, quedando encima de mi.
Me tenía inmovilizado, pero cometió el error de soltarme un brazo para coger su pistola y en ese momento le propine un fuerte cabezazo, haciéndole retroceder cayendo de espaldas.
Zinc estaba aturdido, mascullando y con una mano en su nariz ensangrentada.
Con un puntapié, la pistola voló de su mano hasta quedar bajo el coche. Hizo ademán de levantarse, pero rápidamente puse un pie sobre su cuello y empecé a hacer presión.
Entre gruñidos y respiración entrecortada, agarró con fuerza mi pierna tratando de liberarse, pero mi pierna era una roca y presionaba cada vez más.
Cuando cedí todo mi peso sobre su cuello, éste crujió. Zinc había muerto.
No había tiempo que perder, debía ayudar a Kaori.
Vi que la puerta de la casa estaba cerrada, así que me asomé a la ventana que daba al salón, donde estaban Kaori y Plata.
Era la primera vez que le veía al completo. Plata era una mole de piedra de dos metros de altura y daba la sensación de estar bien musculado. Kaori fue inteligente al no mandarme a enfrentar a semejante ogro, pues no hubiera podido con él.
Cuando ella miró hacia la ventana, me sonrió. Plata pareció percatarse de ello y según se giró a mirar me agaché. A los pocos segundos, oí que algo se desplomaba.
Las luces de la casa se apagaron y Kaori salió por la puerta.
- Jung, vámonos - dijo en voz baja.
Como llevaba sus guantes, Kaori cerró el maletero del coche y con todo en orden y la calle en silencio , rodeamos la casa, tomando una ruta distinta a la que habíamos usado para venir en coche.
Llevábamos un buen tramo andado y todavía no articulábamos palabra alguna. Como me encontraba más calmado, decidí romper el hielo.
- Kaori... ¿Por qué...
- No Jung. No quiero hablar de eso. Ahora soy libre - me espetó.
- Pero tranquila, que era algo bueno - me sentía rechazado sin motivo.
Deduje que se refería a todo lo ocurrido esa noche y volví a intentarlo de manera más directa.
- ¿Por qué me provocaste para que te siguiera?
- ¿Te refieres a cuando me perseguiste hasta el callejón? - asentí y se ruborizó - No se me ocurrió otra forma de acercarme a ti.
- Pero ¿Desde cuando te gusto? ¿De qué me conoces? Es lo que no entiendo.
- Hace medio año. Un día que tenía la noche libre, salí de fiesta con unas compañeras del club y por cambiar de aires, fuimos a la zona donde vas con tu gente. Entonces al pasar frente a un bar, te vi apoyado en una pared, fumando.
- Si, lo hago con frecuencia, cuando me canso del bullicio - reconocí.
- Me quede mirándote un buen rato, pero tú no me prestabas atención.
- ¿Como? Imposible - negué entre risas.
- Tampoco es de extrañar. Iba muy discreta, ademas parecías bastante... borracho.
- Ya, bueno - estaba avergonzado - y ¿Por qué no te acercaste inventando alguna excusa?
- No me atrevía, estaba bloqueada - ruborizada, me quitó la mirada.
- Me sorprende esa timidez. Te veías muy segura, bailando en la barra ante tantos hombres.
- Porque ese es mi mundo, ahí nadie me va a juzgar. Fuera de un club, una bailarina como yo es vista como una zorra y eso me causa mucha inseguridad.
- Pues yo no pienso así - le corté seriamente.
- ¿No? Sorpréndeme - se puso delante mio.
- Eres... una dama del pecado. Pecado por hecho, pecado de cuerpo y al pecado incitas - me acerqué mas a ella.
- Es muy erótico - nos besamos.
Después de ese receso amoroso, seguimos caminando hasta llegar a un puente, bajo el cual pasa un rio que divide la ciudad en dos. A mitad del puente, nos sentamos en el bordillo y sin previo aviso, Kaori tiró la pistola de Xenón al agua.
- Nunca pensé que esta cloaca de orines y basura, sirviera para algo - dijo burlona.
- A mi el oír correr el agua me relaja - saqué del bolsillo un paquete de cigarrillos y le ofrecí uno - para la próxima vez te encuentres conmigo, pedirme tabaco es la mejor manera de entablar conversación conmigo - le guiñé el ojo.
- Lo tendré en cuenta ¡jajaja!
- Por cierto. Después de aquella noche ¿Como supiste de mi?
- ¿Recuerdas la calle donde nos conocimos? - asentí - Pues aunque no la frecuento mucho, siempre que pasaba por ahí, te veía. Entonces observaba tus gestos, tu semblante, con quien ibas o sitios a los que entrabas.
- Lo tuyo si que es moverse en las sombras.
- ¿Que querías que hiciera? Vivimos en ambientes distintos y no tenemos conocidos en común.
- Eso es verdad. Y ¿Como es que esta mañana te has decidido a acercarte a mi?
- Enfrentándome a mis miedos por ti - le brillaban los ojos.
- Pues ya has visto que no muerdo - bromeé - bueno, creo que será mejor seguir, porque viendo donde estamos, me queda bastante para llegar a casa.
Tras cruzar el puente y andar tres manzanas, Kaori paró para despedirse.
- Bueno Jung, aquí nos separamos.
- Pero espera ¿No se te olvida algo?
- Ah si - sacó de su bolso un bolígrafo - dame tu brazo - y me apuntó su teléfono. Yo hice lo mismo y nos dimos un ultimo beso.
- Te quiero - me despedí.
- Yo también. Te llamaré mañana - dijo al alejarse.
- Estaré atento entonces.
Por un lado. El romanticismo de ese paseo era surrealista, cuando eramos conscientes de lo que habíamos hecho una hora antes. Me siento un poco frío al recordarlo. Pero por otro lado sé, que sin esa frialdad con la que actuó Kaori, no hubiéramos podido llevar a cabo nuestro plan y ella no sería libre.