jueves, 22 de octubre de 2015

Dama del Pecado

Ando por la calle cabizbajo, recordando ilusiones frustradas, hasta que de repente, veo a lo lejos, tu esbelta y sugerente figura. Ambos nos sostenemos una larga mirada y yo me pregunto ¿Quien eres? Pues no te conozco, pero siento como si así fuera ¿Siento o deseo? Mueves tus labios, como susurrándome que me acerque y corro hacia ti.

Sales huyendo, pero debo saber quien eres. Cruzo calles, hasta que sin darme cuenta, acabo persiguiéndote por estrechos y oscuros callejones. Pareces conocerlos, pues giras, subes y bajas por sitios inesperados. Cuando por fin te alcanzo, te zafas de mi, tropiezo y del golpe que sobreviene tras la caída, todo se vuelve negro.

Noto que unos finos dedos como garras, recorren mi rostro y abro los ojos. Me descubro tumbado y tu estás sentada sobre mi a horcajadas y con tu rostro cerca del mio. Tus ojos, felinamente rasgados, no muestran preocupación, si no firmeza, me provocan y tu boca es el fruto prohibido que estoy tentado de morder.

De pronto, me besas y aunque te deseo, te aparto de mi a la fuerza, pues no estoy seguro de tus intenciones. Entonces en pie, por fin, admiro tu figura por completo. Tu cuerpo, aunque pueda haber nacido del amor, esta esculpido con el instinto más primario, el sexo. Representas el pecado y haces aflorar en mi una lascivia que hasta hoy desconocía. Un instante de cordura me hace dudar, pues ceder ante ti me haría sentir desleal, pero ¿A quien? A la ilusión de un amor que nunca llegará.

Vuelvo de mis cavilaciones y te descubro entrelazada a mi, con tu boca cerca de la mía. Nuestras lenguas ardientes se saludan, ansiosas por jugar juntas en el patio del pecado. Conduces mis manos hacia lo prohibido. Puedo tocarte. Asumo que ha llegado mi hora. Condenado estoy.



Continua en Ruta a La Penumbra

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