Respirar tu suave aroma a mora, me llevó a una realidad paralela, pues no era real, si no inventada, ya que estaba embriagado por tu olor afrutado. Cuando por fin toqué tus pétalos, sentí repentinamente, un profundo dolor, que me hizo apartarme y observar mi mano. No lo podía creer... sangre, una flor tan frágil me había herido. Lleno de rabia por tu herida, me marché, no sin antes, volverme una vez mas, a contemplar tu belleza.
Pasado un tiempo, en un día soleado y con tu herida ya cicatrizada, el camino de la vida quiso que volviese a pasar cerca de tu jardín. Entonces me di cuenta, de que tu jardín no era sombrío, si no marchito. Es ahí donde comprendí, el porque de mi locura y la herida. Con mucho pesar, entendí que solo debía admirarte y no acercarme, pues eres una flor venenosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario