Al encontrarnos no te reconozco, pues te disfrazas de una apariencia angelical. Una caricia de tus labios me dice quien eres, pero aún no puedo responderte como quisiera, porque estamos a los ojos del mundo. La clandestinidad, pese a ser deplorable es necesaria, ya que somos pecadores.
Hoy será el día de mi venganza, pues cuando entraste en mi vida, robaste mi humanidad, dejando solo un animal de pura pasión y furia. Has de pagar por ello. Una pequeña cala será el escenario y las olas nuestro público.
Con los pies sobre la arena, respiramos la brisa del mar y una palmada en mi costado, da comienzo a esta danza de la pasión. Nuestras manos juguetean, al chocar se sienten cálidas, porque con ellas estamos dibujando el fuego que arde entre nosotros.
Consigo tenerte amarrada. Tratas de oponerte a mi, pero lo que quieres es que te someta. Tu boca, aún sin decir palabra, me lo confirma y en tus ojos, la humedad es suavemente derramada. Te liberas y te abalanzas sobre mi, besándome, con lo que caemos sobre la arena.
Veo tus piernas desnudas correr por la orilla del mar, con tus pies deslizándose por la espuma que dejan las olas y eso hace despertar de su letargo, al animal que llevo dentro. Es el momento. Te cojo en brazos y con delicadeza, te dejo caer en el suelo. Te mueves juguetona y mi lengua se asoma con sigilo, como un asesino que acecha a su víctima. Ella será mi aliada, ya que aquí comienza mi venganza.
Me siento turbado, exaltado más bien. Nuestros cuerpos chocan, como el romper de las olas en la roca. Celebro oír tus cantos de sirena, suenan a victoria.
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