El tiempo es un ladrón, pues llega el momento de separarnos tras horas de pasión en este callejón, sucio y oscuro en apariencia, pero acogedor en su compañía.
- Aun no te he dicho mi nombre, soy Jung ¿Y tu?
Se levanta nerviosa y de espaldas me dice:
- No puedo decírtelo - se vuelve hacia mi – estarías en problemas - Yo te buscaré, se donde encontrarte.
Entonces me levanté y le repliqué:
- Pero esto no es normal ¿Cuando? ¿Donde te volveré a ver?
- ¿Lo normal? - Me miró con decepción – eres buen amante pero creo que has tenido pocos encuentros fugaces.
- Pues no, lo siento, no es mi filosofía – dije con enfado.
- ¿Y que tengo yo que te haga saltarte tus normas? - me espetó.
No se si fue la ira o el deseo lo que me encendió, pero la cogí del brazo, tiré de ella hacia mi y la besé. Deseé por un momento, cortarle las alas al tiempo y que aquello fuese eterno.
- Creo que con esto te ha quedado bastante claro ¿No crees? - Le dije mirándola fijamente a los ojos.
- Pues entonces debemos hacer las cosas a mi manera. No puedo meterte en vida tan fácilmente Jung, hay cosas que debo solucionar primero ¿Comprendes?
- ¿Pero que cosas? - Insistí desesperado.
- No debes saber nada mas - se puso seria - creo que es mejor que me vaya - concluyó sosegadamente y me quitó la mirada.
Pensé en insistir. Dí un suspiro y me di cuenta de que no merecía la pena, ya que estaba muy alterado y solo lo empeoraría.
- Si no hay mas remedio – dije en tono de resignación.
Salimos de aquel oscuro lugar y dejé que me guiara por aquel laberinto de calles. Justo antes de llegar a un cruce, me paró en seco. Quise preguntarle que pasaba pero me tapó la boca.
- Nos vemos pronto Jung - me susurró al oído.
Entonces se apartó y salió corriendo. Ahí comprendí lo que estaba queriendo decir. Ir juntos a partir de ese punto, suponía peligro y debía seguirla la corriente, puesto que me estaba jugando el volver a verla.
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