- Buenas noches - saludó fríamente.
Fue maravilloso volver a sentirla, tocarla. Pues aún en la tristeza, se sentía ardiente.
- Buenas noches - saludé en el mismo tono y se dio la vuelta para seguir su ronda.
Estando de frente al local, me fijé en que a la derecha de la puerta de entrada, casi llegando a la esquina, había otra un poco más grande con candado, que por lo poco que dejaba entrever una verja, daba a una especie de patio trasero. Por su situación, estaba al lado del reservado de Kaori.
Pero claro, habría sido una necedad intentar forzar el candado, con aquel tipo rodando, así que fui hasta la esquina y giré para poder ver la otra cara del patio.
Sin embargo, ese lado estaba tapado por un muro, que duplicaba mi estatura. Tuve la suerte, de que había un contenedor, que sumando a ojo su altura y la mía, vi factible el usarlo para trepar el muro. No fue fácil, ya que necesité dos intentos para saltar y agarrarme al borde, ademas de hacer una fuerza inhumana con mis brazos para subir.
Ya en lo alto, eché un vistazo al patio. Aquel sitio era un desorden de cajas, mesas, bebidas y otras cosas que no logré identificar, pero encontré lo que buscaba. Vi claramente, dos ventanas iluminadas y por donde estaban, deduje que eran del cuarto de Kaori.
Ahora venía lo difícil, que era bajar del muro sin hacer un escándalo.
Como estaba muy oscuro, con la luz del teléfono móvil busqué el montón de cajas idóneo, para una caída lo más insonora posible. Una vez lo encontré, me agaché y cuando estaba colgando del borde, recé todas las oraciones que sabía y me dejé caer de pie.
Afortunadamente, no había tanta altura como creía, pero al hacer un último salto, la caja sobre la que caí se astilló y del ruido que hizo, me entró pánico y corrí a esconderme bajo una mesa, sobre la que estaba una de las ventanas.
Cuando parecía que nada iba a pasar, oí abrirse la ventana.
- Ummm - gruñó una voz de hombre - seguramente haya ratas, esto esta hecho un estercolero - por el reflejo de la luz, vi como corría la cortina.
Del alivio, exhalé como si me diese placer.
- Zinc me ha comentado que un hombre ha intentado entrar - dijo el hombre.
- ¿Y qué? - Contestó Kaori.
- ¿Como que “y qué”? Ese tipo ha dicho que te conoce - reclamó él alzando la voz.
- Puede ser cualquiera Plata - replicó asqueada - no sería la primera vez que un borracho trata de acosarme. - ¿Estas segura Kaori? Tengo muy poca paciencia - insistió Plata en tono amenazante.
- Plata ¿Por qué no te largas y me dejas en paz? Eres un pes... - se oyó una sonora bofetada.
- Ten mucho cuidado zorrita, puedo arruinarte la vida y lo sabes - amenazó Plata - y ya ve a cambiarte, te espero en la barra - oí cerrarse una puerta.
- Desgraciado - le insultó Kaori ya a solas.
- De modo que esta es tu vida - dije.
- ¡Jung! ¿Que haces ahí? - entonces corrió la cortina.
- No me ha quedado mas remedio - salí de mi escondite - en el pasillo, el tal Zinc ese no me ha dejado pasar y en la entrada había otro tipo vigilando.
- Si, Xenón - me confirmó ella.
- Plata, Zinc, Xenón ¿También están Plomo y Mercurio? - dije riéndome.
- ¡No seas infantil! - me espeto golpeando el marco de la ventana - Son... son mafiosos Jung - estaba tan nerviosa que se puso a llorar - usan nombres de químicos para ocultar su identidad.
- Tranquilízate... Kaori - dije para calmarla y la abracé.
Fue maravilloso volver a sentirla, tocarla. Pues aún en la tristeza, se sentía ardiente.
- Ese hombre... Plata, esta obsesionado conmigo. Lleva un mes viniendo a este local, a vender su droga y todo ese tiempo, ha estado acosándome, amenazando a otros hombres que se acercan a mi y... forzándome... a tener sexo con él.
- ¿Como? - Reaccioné lleno de ira.
- Lo peor, es que al principio... me obligaba... apuntándome con una pistola.
- Pero... ¡Dios! - La miré de arriba a abajo, buscando alguna marca o herida.
- No, tranquilo - me acarició la cara - nunca ha llegado a dispararme.
- ¿Y el dueño de este sitio permite todo esto?
- El dueño esta comprado y amenazado. Siempre ha velado por mi, los tres años que llevo aquí trabajando de bailarina y camarera. Ahora no puede hacer nada.
De repente, dos cajas del montón sobre el que salté para bajar, cedieron, con lo que se cayeron y rompieron, formando un gran estruendo.
Kaori y yo nos miramos horrorizados, pues al momento, oímos que alguien se acercaba a la puerta del patio. Rápidamente, me metí por la ventana, corrimos la cortina y nos agachamos para escondernos. Llegado este punto, ya no había marcha atrás, pero estábamos juntos y eso nos daba fuerza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario